Aunque ganando carrera desde hace ya algunos años, las oportunidades que ofrece Internet tanto para el usuario como las empresas se ha convertido en un nicho de mercado a raíz de la pandemia. Un espacio donde atraer nuevos usuarios que se beneficiarán mediante incentivos como ofertas y rebajas exclusivamente limitadas al espacio virtual.
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Internet: la llave del mercado
Ganando cada vez más envergadura a lo largo del tiempo, Internet se ha convertido en una incansable máquina capaz de ofrecer prácticamente todo cuanto nos podamos imaginar. Como fuente de entretenimiento, su arquitectura alberga sobradamente todo tipo de contenido para todo tipo de público; una suerte de variedades que no sólo confieren a su espacio una mayor capacidad adaptativa a su usuario, sino que, además, diversifican su experiencia. Y, por otra parte, un engranaje capaz de cambiar el curso de las tendencias del mercado basándose en una sola y única premisa: satisfacer al consumidor para que la empresa pueda también sacar provecho.
En ese sentido, y aunque la Red de Redes contenga también un mercado paralelo al convencional, muchos negocios han visto en Internet una vía para multiplicar sus ventas e incluso ampliarlas a un target de otro modo inalcanzable. Un ejemplo fácil de ello es la ingente cantidad de ofertas y rebajas online que podemos encontrar navegando en la red. Una serie de descuentos y oportunidades que, acertadamente, los comercios online, tanto veteranos como novatos, limitan exclusivamente a la esfera virtual para incentivar así el flujo de usuarios en su página. Una carrera por posicionarse entre las primeras opciones de búsqueda de usuarios mundiales o específicos.
El poder del usuario
La afirmación es simple: las posibilidades de Internet, tanto para hacer negocio como para acceder a servicios y consumir productos, son infinitas. Prueba de ello, y aunque sea ya un sobrado ejemplo de su poder, es la de la historia del chico del millón de píxeles. Un joven que, gracias a su agudez, construyó una página web vacía y cuyos píxeles dedicó a vender por tan sólo un dólar a empresas que quisieran publicitarse ocupando parte de dicho espacio. Una idea simplísima, pero que le permitió ganar, efectivamente y sin apenas esfuerzo, un millón de dólares por un puñado de píxeles vacíos. Algo que jamás habría sucedido en un cartel publicitario.
Esta anécdota nos da a entender que, en parte, es el usuario quien verdaderamente sostiene las riendas en Internet. Son sus acciones las que marcan los próximos pasos que deberá seguir la empresa para adaptarse a sus necesidades, sea tanto creando nuevos productos como metamorfoseando de raíz su estrategia de marketing e incluso su imagen corporativa. Todo por una razón más que evidente. Mientras que un individuo ve limitada su compra en el espacio físico, por razones de movilidad o proximidad, Internet nos conecta a un mercado global. Razón por la que la competitividad precisa de más agresividad, pero también de una mayor inteligencia.
Sobreviviendo en la red
Internet proporciona a las empresas la oportunidad de aumentar su target y, por ende, multiplicar sus vendas exponencialmente. Sin embargo, al acceder a su ecosistema, muchas pequeñas empresas pueden sobrecogerse ante la gran competencia que en él impera, con grandes firmas cuya reputación y variedad de productos parece ser más un objeto de respeto que de rivalidad. Por ello, es en este punto donde, y ya aplicado a todo tipo de empresas que quieran destacar en esa selva, un comercio online debe conceder incentivos adicionales a los usuarios. Anzuelos mediante los que persuadir y atraer un nuevo público o fidelizar al fijo.
Además, la estrategia de ofrecer rebajas y ofertas online no supone, realmente, una gran pérdida para la empresa, sino justo lo contrario. Dado que se trata de un espacio virtual, ésta puede prescindir de recursos que, en el plano físico, necesitaría por activa y por pasiva. Mediante las compras en Internet, basta con una estructura web funcional, un método de pago seguro y, tras ello, aplicar una buena logística para enviar el producto al usuario. Es decir, omitiendo los gastos de personal e instalaciones que precisa una tienda física trasladándolos a otro módulo de actividad. Razón por la que no es de extrañar que existan empresas que operan únicamente por y para Internet.
Todos ganan
Por otra parte, como usuarios, esa nueva infraestructura digital nos es francamente útil. En un contexto como el actual, por ejemplo, donde una pandemia ha limitado la interacción social, pero no ha medrado ni nuestras necesidades de consumo básicas ni secundarias, el comercio online se ha convertido en un nicho de mercado bidireccionalmente rentable. De hecho, las empresas que no se han digitalizado durante el último año han sufrido terribles pérdidas que otras empresas han podido enmendar o eludir gracias a su traspaso a la red.
Asimismo, su incorporación a Internet, más una buena estrategia de marketing y ofertas, ha conseguido atraer todo tipo de usuarios que, azotados por el aburrimiento de los confinamientos, se han sumergido en la red buscando todo tipo de oportunidades. En ciertos casos, echando mano incluso de comparadores de rebajas y ofertas online para agilizar su búsqueda y dar con la mejor opción disponible en el mercado online. Y, lo mejor de todo, es que todo esto sólo acaba de comenzar. Una era de perfecta sinergia donde tanto el usuario como la empresa, a fin de cuentas, ganan.